"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

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Nostalgias del mar

NOSTALGIA DEL MAR Eran tan doradas las olas con el reflejo del poniente, que lograban iluminar las rocas del acantilado y los bordes costeros. El mar fundido con el cielo perdidos ambos en un azul increíble, atraían como un imán. A él le era imposible despegar la mirada de las aguas en incesante ritmo inquieto. Su cuerpo absorto, no percibía la brisa fría y de una humedad salobre que cada vez más invadía los espacios. Hugo apoyado sobre el brocal, permanecía subyugado y su figura parecía confundida con el crepúsculo agónico. La terraza costera ofrecía su ajetreo murmurante y alegre por los incansables peatones divertidos y curiosos interesados por las ferias artesanales. Sus ojos melancólicos, estaban pintados también por los tonos que el sol deseaba marcar antes de dormirse, adentrándose en la infinitud del océano. Poco a poco su mente confundida se volvía poesía junto con las evocaciones mortificantes… “¿Ahora te vas mi querida? ¿Ahora cuando las caracolas pueblan tus cabellos? Las perlas de tu sonrisa iré de extrañar… Ay alma mía… No soporto sentirte perdida, en este inmenso océano de oscuros arcanos. Tus níveas manos ya no me han de acariciar, porque en un fondo muy profundo, tu alma infinita se ha fundido con las aguas del mar. ¿Serán tus enormes ojos verdes, los que me pierden en el soñar? ¿Quizás sean tus lágrimas, las del adiós, aquellas, las que trémulas me hacen temblar?” Era el poema de la ensoñación que Hugo, hacía brincar a menudo en sus pensamientos tristes. El balcón soportaba los embates del sollozante hombre angustiado quien se preguntaba con franca desesperación: “¿Acaso los recuerdos nostálgicos no acabarán jamás?“ Fabienne se acercó con cierta preocupación, al verlo algo deprimido. Costó que su padre respondiera a sus inquisiciones. Pretendía transmitirle la necesidad pronta de volver al hotel, pues había que preparar las valijas para la partida al amanecer. Las vacaciones habían culminado. El hombre asintiendo, suplicó por unos minutos más para despedirse del mar, justificándose por la belleza que brindaba el paisaje crepuscular. Cobijado por un murallón del Museo Naval que lo protegía de la brisa, ahora más fría, se aferró fuertemente a las barandas que lo separaban del vacío. La hija lo despidió con un beso en la frente, demostrándole un gesto comprensivo. Dio media vuelta, tranquila y cancina, decidida a esperarlo en el hotel. Estaba acostumbrada. Todos los años era una rutina íntima. Era su anual saludo costero… al menos desde que aquello había sucedido. Era la despedida a los recuerdos, hasta el próximo año. Hugo no percibió como la concurrida terraza se iba despoblando poco a poco. Tampoco cuando las gaviotas cesaron sus graznidos… Persistían solo él y el rugido de un mar algo violento por una luna influyente, reflejada en sus aguas agitadas. La limpidez del paisaje, fue aumentando su turbidez melancólica. Mientras la observación del hombre,estaba puesta sobre un horizonte que confundía cada vez más su límite ya borroso, con el oscuro cielo, una densa neblina desde las profundidades oceánicas, se alzaba Semejando una figura marina y su etérea imagen brillaba con los reflejos lunares, luciendo sus atavíos nacarados. Se elevaba sobresaliendo hasta definirse… junto a él, muy cerca, al punto de que Hugo pudiera percibir su aroma a algas yodadas y sentir su fría presencia. Los cabellos de la recién aparecida,se alborotaban con el viento nocturno. Sonreía con el nácar de su boca jugosa. Sus enormes ojos muy verdes, reflejaban la luna iluminada. Hugo no pudo dejar de preguntarle… el por qué de su partida aquella vez. Nunca pudo apagar su alma ardiente por el dolor ni por la melancolía de no haberla retenido antes de la partida. Aunque sea para transcurrir y permanecer juntos… unidos en la existencia misma. Habían caracolas persistiendo en sus cabellos en movimiento y su dulzura le atraía junto a su exquisito aroma marino. Una suave música romántica e instrumental sonaba por los aires frescos y perfumados enmarcando los momentos intensos. Las piedras cubiertas de musgo resbaloso, seguían siendo sacudidas por las frías aguas algo violentas. Mientras la noche estaba instalada con su manto frío, comenzó paulatinamente, a despejarse toda bruma posible, dándole un claro marco a la escena amorosa y nostálgica. Un cielo estrellado, con la luna erigida en su esplendor sellaba un instante puramente mágico. La espuma de las olas sobre la arena apoltronada entre las costas rocosas, abrazaron al hombre marcando una imagen patética en ese instante nocturno. Hugo se había convertido en una sinfonía más en el ritmo marino. Fabienne esperó en vano. Ya no sería posible una partida obligada ni planeada. En su interior quedaría albergado un fulgurante sentimiento: el amor de dos almas… capaz de sostenerse sin tiempos ni espacios. Aquél… cobijado por la nostalgia del mar. Renée Escape- 2012-

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